Adicción a los porros en la adolescencia: un problema para el cerebro
La adolescencia es una etapa complicada y de transición. En ocasiones, el adolescente busca su sitio en un grupo y acaba por adoptar hábitos poco saludables, como el consumo de cannabis. Fumar porros de forma habitual puede causar graves problemas tanto en la salud física como psicológica, además de tener consecuencias sociales.
La adolescencia es una etapa transgresora llena de cambios en la que los jóvenes aún se encuentran en pleno desarrollo. Esta transición de la infancia a la edad adulta es el momento de reafirmar la identidad propia y, en muchas ocasiones, demanda cierto sentimiento de permanencia a un grupo.
Esto está relacionado con el inicio del consumo de drogas como el alcohol o la marihuana. Además, en estos años comienza la curiosidad y la búsqueda de nuevas sensaciones y límites. Actualmente, el consumo de marihuana es muy común, y cada vez más en edades más tempranas.
Pero el consumo de marihuana por parte de los adolescentes es realmente nocivo.
En los jóvenes, el cerebro todavía se está desarrollando activamente, hasta los 25 años aproximadamente, y el cannabis afecta el desarrollo de las conexiones cerebrales. Dada la plasticidad cerebral en esta etapa, consumir puerros en estas edades –sobre todo de manera frecuente– los puede dañar el cerebro en desarrollo y provocar alteraciones irreversibles. Cuando más joven Se inicia el consumo, más riesgo de secuelas.
Un trabajo publicado en 2020 reveló que uno o dos porros son suficientes para que se produzcan alteraciones en el cerebro (Lorenzetti, et al., 2020). Es decir, fumar marihuana o hachís durante la adolescencia incide, y mucho, en el aprendizaje y la memoria a corto y medio plazo, pero también tiene grandes efectos al cabo de muchos años.
Efectos negativos del consumo de porros
Esta adicción no solo origina problemas de desarrollo físico, también mental, social y emocional. De hecho, según diversos estudios, en comparación con los adolescentes que no consumen marihuana, aquellos que sí lo hacen tienen más probabilidades de abandonar la escuela.
Entre las consecuencias negativas del consumo de marihuana en adolescentes destacan:
– Empobrecimiento intelectual: dificultad para pensar y resolver problemas, alteraciones de la memoria a corto plazo, problemas de aprendizaje, dificultad para mantener la atención.
– Riesgo de sufrir trastornos mentales, como la esquizofrenia.
– Menos coordinación física y/o alteración de la coordinación motora, carencia de reflejos.
– Aumento del hambre.
– Dificultad para coger el sueño y descansar.
– Problemas de ansiedad, irritabilidad, labilidad emocional, miedo o pánico.
– Aumento de insatisfacción vital y problemas anímicos.
– Riesgo de adicción
– Aparición del síndrome amotivacional; es decir, actuar de manera irresponsable ante las obligaciones diarias, abandonar los estudios, aislarse…
– Tos irritativa, tensión arterial baja y envejecimiento de las conjuntivas oculares.
– Alteraciones del ciclo menstrual en las adolescentes.
Cómo diferenciar el consumo ocasional de porros de una adicción
El consumo ocasional es, precisamente, eso. El adolescente fumará un porro de vez en cuando, con los amigos o en situaciones excepcionales. Por lo tanto, lo más común es que su rendimiento escolar no se vea afectado, ni sus intereses o hobbies personales.
El primer signo de alerta es que el joven empiece a gastar más dinero del habitual sin justificación o que su conducta se vea modificada sin motivo. No hay que olvidar que la marihuana es adictiva y predispone a otras drogodependencias.
De hecho, entre el 10% y el 30% de las personas que consumen cannabis desarrollan una adicción. Y, cuando el consumo ha empezado antes de los 18 años, la probabilidad de dependencia aumenta exponencialmente.
La función indispensable del núcleo familiar
Por ello, la prevención debe empezar en la propia familia, donde los hijos deben sentirse queridos y respetados. Los padres, además, deben intentar conocer a los amigos y las compañías frecuentes y fomentar, desde pequeños, un estilo de vida saludable.
En este sentido, además, es importante que en los hogares existan normas y límites, pero siempre razonables y adecuados. Un buen clima familiar es la mejor ayuda para solucionar los problemas en adolescentes.
Pero ¿y si el adolescente ya es consumidor de porros?
Entonces es importante no abordar el tema si está bajo los efectos de la droga. Cuando sea el momento correcto, hay que hablar en la intimidad, en un espacio confortable, y disponer de tiempo para hablar con calma.
Se recomienda no acusar ni castigar: es probable que los adolescentes no quieran escuchar y/o que rechacen toda la información que se les dé. Finalmente, es aconsejable buscar asesoramiento profesional que aporte soluciones.