La artritis reumatoide es una afección crónica que causa dolor, hinchazón y rigidez en las articulaciones, principalmente en las manos, las rodillas, los pies y las muñecas.

Es una enfermedad autoinmune, lo que significa que el sistema inmunológico del paciente (el sistema de lucha contra las infecciones del cuerpo) reacciona de forma exagerada contra sí mismo.

Además de afectar las articulaciones, la artritis reumatoide puede afectar ocasionalmente a otras partes del cuerpo, como la piel, los ojos, los pulmones, el corazón, la sangre, los nervios o los riñones.

Puede haber períodos en los que los síntomas empeoren, conocidos como brotes o exacerbaciones. Un brote puede ser difícil de predecir, pero con tratamiento es posible disminuir el número de brotes y minimizar o prevenir daños a largo plazo en las articulaciones.

Algunas personas con artritis reumatoide también experimentan problemas en otras partes del cuerpo o síntomas más generales, como cansancio y pérdida de peso.

La artritis reumatoide suele aparecer en personas que tienen entre 20 y 50 años. Sin embargo, los niños pequeños y los ancianos también pueden desarrollar artritis reumatoide.

 

¿Qué causa la artritis reumatoide?

Al tratarse de una enfermedad autoinmune, en la artritis reumatoide el propio sistema inmunológico ataca las células que recubren las articulaciones por error, haciendo que las articulaciones se hinchen, se pongan rígidas y duelan.

Si la inflamación permanece presente durante un período prolongado, puede causar daño a la articulación. Y, por lo general, este daño no se puede revertir una vez que ocurre.

Se desconocen las causas que provocan la aparición de esta dolencia, pero existe evidencia de que las enfermedades autoinmunes son hereditarias. Además de los antecedentes familiares, el riesgo de padecer artritis reumatoide es mayor en las mujeres y en las personas fumadoras.

 

Un diagnóstico basado en diferentes pruebas

No existe una prueba única para diagnosticar artritis reumatoide. Para ello es necesario analizar diferentes factores y resultados, como los análisis de sangre, el examen de las articulaciones y los órganos y la revisión de radiografías de la zona o ultrasonido.

 

Entre los factores que hay que considerar, destacan:

Rigidez matutina, que dura al menos una hora y ha estado presente durante al menos un mes.

Hinchazón de tres o más articulaciones durante al menos seis semanas.

– Hinchazón de las articulaciones de la muñeca, la mano o los dedos durante al menos seis semanas.

– Hinchazón de las mismas articulaciones en ambos lados del cuerpo.

– Cambios en las radiografías de la mano que son característicos de la artritis reumatoide.

Nódulos reumatoides (bultos) de la piel.

– Análisis de sangre positivo para factor reumatoide.

 

Es importante tener en cuenta que no todas estas características están presentes en todas las personas diagnosticadas con artritis reumatoide temprana.

artritis

Cómo tratar una artritis reumatoide

No existe una cura o un tratamiento concreto para la artritis reumatoide. Sin embargo, el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado permiten que muchas personas tengan períodos de meses o incluso años sin sufrir un brote.

 

Las principales opciones de tratamiento incluyen:

Medicamentos que se toman a largo plazo para aliviar los síntomas y retrasar el progreso de la enfermedad. El objetivo es controlar los signos y los síntomas de un paciente e intentar prevenir el daño articular.

Tratamientos de apoyo, como fisioterapia y terapia ocupacional, para mantener la articulación en movimiento y, con ello, la calidad de vida y la capacidad de funcionamiento del paciente.

Cirugía para corregir cualquier daño o problema articular grave que se desarrolle en la articulación.

 

El daño articular generalmente ocurre dentro de los primeros dos años del diagnóstico, por lo que es importante diagnosticar y tratar la artritis reumatoide lo antes posible, para prevenir consecuencias a largo plazo.

El tipo de tratamiento dependerá de varios factores, incluida la edad de la persona, la salud general, el historial médico y la gravedad de la artritis.

 

La importancia de hacer ejercicio

El dolor y la rigidez provocan que muchas personas con artritis reumatoide se vuelvan inactivas. Sin embargo, la inactividad puede provocar una pérdida de movimiento articular aún mayor, así como contracciones y una pérdida de fuerza muscular. Esos factores, a su vez, disminuyen la estabilidad articular y aumentan la fatiga.

Por todo ello, el ejercicio regular, preferiblemente controlado por un fisioterapeuta o un terapeuta ocupacional, puede ayudar a prevenir y revertir estos efectos. Es importante estar físicamente activo la mayor parte del tiempo y reducir la actividad solo cuando la articulación esté inflamada.

Los entrenamientos recomendados para afrontar este tipo de artritis son los ejercicios aeróbicos de bajo impacto, como caminar, y ejercicios para aumentar la fuerza muscular. Esto mejorará su salud en general y reducirá la presión sobre sus articulaciones.

En los períodos de brote o de mayor dolor, lo aconsejable es cambiar a ejercicios suaves de rango de movimiento, como los estiramientos, para mantener la articulación flexible.

 

Dr. Carles Rabassa
Director Médico de Atlàntida